Hace muchos años en un famoso programa
humorístico (en ese entonces, ahora es un show de vedetongas), había un sketch
de un personaje que se llamaba Fernandito que se tomaba una pastilla llamada Agaromba
y de esa manera todo le importaba nada. Él decía: “Me tomo un Agaromba y todo
me chupa un huevo!” Hoy creo que traté de instalar esa frase en mi cabeza para
resetear mi cerebro, pero la indignación es un fuerte combatiente y no se
rinde. Y la odio porque me pongo muy monotemática y soy completamente
consciente que parezco uno de esos discos de pasta rayados de antaño. Lo más
gracioso es que mi audiencia de turno me mira azorada y atónita como si
estuviera escuchando que el disco se trabo y no saben qué hacer para detenerlo.
Ni siquiera intentan que siga andando. Debo confesar que visto en el tiempo
cuando me “destrabo”, lo recuerdo y me resulta muy gracioso. Retomando, me
quedó clarísimo que hay cosas a las que tengo que poner en orden de prioridad y
que debo defender mis derechos y cómo me siento, pero cuando me tratan de
mentirosa y me acusan de cosas que en la vida me darían los ovarios para hacer,
me indigno. Y cómo! Ahí me di cuenta que involucrarme sentimentalmente con mi
lugar de trabajo fue un error. Que nunca
debería haber sido LA prioridad.
Yo tengo la conciencia tranquila. Ellos
sabrán que es lo que hacen.
Lección nº1: Lo importante es lo que pasa de
las puertas de mi casa para adentro, en mi familia, con mis amigos. El resto
que se arregle.
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