De
colores y propuestas.-
Definitivamente ayer fue un día
negro, gris, nublado. Como el chico escondido en la cueva que aguarda los
movimientos del lobo para saber si escapar o atacar (no sé cómo llegué a esta
imagen de la película 300, mi mente ya no pide permiso para conectar y a veces
la flashea groso, será otro síntoma del embarazo o me estaré dando con drogas
duras como dice un amigo mío?). Había arrancado esperanzada, con ilusiones,
pero bueno, se fue todo al demonio y sucedieron cosas que no esperaba. Y hoy
creo que descubrí que justamente era eso lo que me angustiaba, lo que me
indignaba. Cuando empezamos a buscar un hijo con mi marido, yo me preparé de
todas las formas posibles contemplando lo bueno y lo malo del asunto. Quería
controlar mi ansiedad, mantenerme fría, calma. Incluso tenía proyectos que
sabía que podían caducar pero no quería empezar a programar sobre algo que
todavía no existía. Por eso, jugué al fútbol (de defensora! Para mi profesora
de Educación Físca que me creía una inútil: Toma, puta!) sin saber que estaba
embarazada y me compré todo el equipo sabiendo que en el próximo mes quizás
tendría que largar todo. Ya antes de
buscar pensaba en la posibilidad de adoptar si al final de cuentas, no podía
quedar embarazada. (Sí, gente, me voy a la mierda). Pero, bueno, sentía que era
mejor prevenir que curar. Tengo esa costumbre de adelantarme y preparar el
terreno para posibles bombas, estruendos. La vida me dio esa herramienta que
muchas veces, no me sirve de nada pero me hace sentir más segura. Cuando nos
enteramos que estaba embarazada, me costó caer y darle rienda suelta a mis
sentimientos (buenos, claramente, los malos estaban a flor de piel). Estaba
como a la defensiva y no me quería involucrar mucho con las cursilerías, debo
admitirlo. Todo el mundo me hablaba de cosas maravillosas y yo frenaba,
atacaba, arrancaba, frenaba de nuevo. Y quise empezar a creer que era verdad lo
que me decían que iba a sentir: “todos te van a cuidar”, “te vas a sentir más
enérgica”, “te va a chupar todo un huevo” (esa parte casi que es cierta, te
digo). Pero cuando vinieron los malos momentos, nunca pensé que alguien iba a
dudar de mi palabra, que me iba a sentir como desamparada en medio de tantas
leyes, palabrerío, libros y sitios de internet que nada hablaban de la
situación en la que se encuentran las mujeres que tienen problemas o tropiezos
normales en su embarazo. Y a ver, NO ME ESTOY VICTIMIZANDO! Porque eso, es lo
primero que tienden a pensar muchos que leen estas cosas. Estoy hablando de una
realidad. Así como está la realidad de la mujer que está 100 % óptima, hay otra
que está en un 70%. Y debe haber otras que “se hacen”. Entiendo el problema que
puede generar en una empresa o institución, por eso debería haber una ley o
herramienta para que ambas partes salgan beneficiadas. Porque las mujeres no
somos iguales que los hombres y en lo diferente, está el gusto y la
complementariedad. Y no me hagan hablar de los derechos de los hombres, que me
van a hacer poner del culo de nuevo! Así como hay hombres que se rascan,
existen hombres que quieren ayudar pero le dan 2 malditos días.
En fin, ya descubrí mi
frustración y como en todo lo que hago, estoy apasionada con todo el universo
femenino, feminista, machista y embarazoso. Y hoy tengo ganas de descubrir
nuevos colores, como antes. De dejar el gris para otros momentos, salir a
encontrar rojos, verdes, violetas, naranjas, y sentir a mi bebé (cuando quiera,
este pibit@ salió jodid@ como la madre). Escuchar a Jorge Drexler y poner manos
a la obra. Abrir las ventanas, sacar el polvo, fregar, amasar (gente, esto es
literal, amo limpiar).
Verdad nº2: No hay nada más
lindo que sentir las vibraciones de tu bebé nadando en tu panza.
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