Ya estamos en la semana 35/36. Todo un logro haber llegado a esta etapa con mi marido a mi lado todavía y sin los pies hinchados (más que nada teniendo en cuenta los 50º de sensación térmica del día de hoy). Y es todo un logro porque no sólo se juntan las ganas de tus allegados de verte y acompañarte sino las reuniones de fin de año. Nunca entiendo por qué si no nos vemos asiduamente durante el año tenemos que hacer lo imposible para vernos con todos en dos semanas. Misterios de la vida misma. O no. Calculo que a cada uno le pega de una manera distinta cerrar otro año más y nos ponemos sentimentales dejando de lado la rutina y haciéndonos el tiempo para ver a aquellos que queremos. Yo me quejo de estas corridas y este año con esta panza más que nunca pero la realidad es que me gusta. Me gusta esto de armar el arbolito, la ilusión de los nenes esperando a Papá Noel, juntarnos a comer, descubrir qué me van a regalar. Y eso es para mí la Navidad. Ilusión, reunión, más allá de los motivos religiosos que en mi caso no cuentan. Y eso es lo que me gustaría transmitirle a mi hijo. Que es un momento para juntarnos, ilusionarnos, olvidarnos de las penas o las diferencias y pasar un buen momento juntos. Cada uno a su manera. Unos por la llegada del niño Jesús, otros con motivos comerciales, a otros no les gusta. Pero con algo de magia y respeto. Y todos estos pensamientos y reuniones vinieron acompañados de una dosis brutal de realidad en la que me di cuenta de dos cosasque parecen obvias pero no lo son:
*Este chico va a tener que salir por algún lado. Sí, mi pochola.
*Pasé a pertenecer a otro grupo social: El de los padres jóvenes con hijos.
Todo esto trajo sus consecuencias, a saber:
-"Ya todos me miran distinto. A vos te siguen viendo igual." A mi marido con cara de compunjida.
-"Parezco una gallina empollando a la cual todos trasladan de acá para allá."
-"Encima que estoy limitada, no hago nada de lo que me gusta!!! Vos sí, vos podés!!!" Respuesta: "Estuve una tarde en una plaza nomás. No hice nada loco."
-"No me puedo comprar lo que me gusta, quiero saltar y no puedo, me siento horrible!!!!" Rompiendo en llanto.
-"Yo quiero que me dopen y que el pibe haya salido." Con cara entre seria y de pánico.
Claramente, una vez que pasó la crisis y acepté el cambio, seguí disfrutando de las pataditas de mi pirulo que en cualquier momento me va a expulsar el arrolladito navideño por la boca. Todo cambia, todo se termina. Y sigo creciendo, feliz de mis decisiones, de mis cambios. Porque no se puede sumar sin restar. Sin embargo, esta resta me da un resultado excelente, redondo. El que siempre soñé...
Feliz Navidad :)