Mientras que según Platón, el cuerpo es la cárcel del alma, Aristóteles nos regala una concepción menos dualista y sostiene que alma y cuerpo son una unidad indivisible, complementaria. El cuerpo vendría a hacer el móvil del alma. Todo esto a grandes rasgos, claro está. Siempre coincidí mucho más con la visión aristotélica, aunque debo decir que muchas veces mi voluntad se ha visto atrapada en este cuerpo del cual he elaborado dos hipòtesis:
1- Mi cuerpo es débil comparado con mi espíritu y por lo tanto, no puede llevar a cabo todo lo que mi alma, voluntad, mente dispone.
2- Mi cuerpo es mucho más inteligente de lo que creo y yo soy la gila que no sabe cuando parar.
Todo ésto dejando aparte mis pobres habilidades físicas por las cuales mi profesor de Educación Física de la primaria mostraba su consentimiento ante mi comentario "Y..yo para el deporte soy un queso, nunca me va a ir muy bien" y mi profesora de la Secundaria me gritaba (en un intento de alentarme como lo hacen los entrenadores) "Para qué tenés esas piernas tan largas si no las vas a usar????". Para su decepción, su estrategia no funcionó y terminó sacandomé de un partido de handball intercolegial a los 5 minutos de entrar. Ni hablar de las veces que estuve por llevarme la materia a Diciembre.
Sea cual sea la verdad de este cuerpo, tengo en claro algunos puntos sobre él, a saber:
1- No tolera los cambios bruscos. Mudanzas, casamientos, viajes, embarazos, mitad de año. Colapsa sin ninguna patología definida y me obliga a detenerme. Es lento, pobre, para procesar información. No escucharlo me hace perder dinero y ni les cuento de qué humor me pone. Me convierto en una de esas mujeres que mira Cosmo con una caja de pañuelos en la mano metida en la cama tapada hasta la nariz.
2- Es sorprendentemente fértil. Y con eso ya dije todo. No ahondaré en detalles.
3- Cumple casi a rajatablas con todos los síntomas del embarazo. Hoy por hoy se luce produciéndome acidez. Aunque debo agradecerle el aguante que tiene con este calor veraniego en pleno Noviembre. Te doy una buena, tontín.
3- Hoy por hoy no me pertenece. No tengo control sobre él, es difícil de interpretar (más que de costumbre) y está como deforme, en proceso de transformación. Siento la cara hinchada, "acneada", mi cuerpo pesadísimo, la ropa "imponible", mi piel es transparente de lo blanca y estirada que está y tengo una ruta venosa totalmente visible por lo que parezco un mapa de rutas de esos que llevás en los viajes.
De todos modos, a pesar de todas estas vicisitudes y esta complicada y freudiana relación entre mi cuerpo y mi yo, debo agradecerle por darme el regalo más maravilloso del mundo y cuidar tan bien de él. Debo agradecerle por haber producido cientos de huesitos diminutos, órganos pequeñísimos y complejos, por hacer vida y mantenerla en funcionamiento.
Hagamos las paces, amigo. Prometo escucharte más, cuidarte y confiar en tus habilidades. Eso sí, bancate la comida porque ahí se complica ...